“Cuando elegí abrir mi consulta en la Plaza de las Navas pensé que era un buen lugar. Las plazas son sitios tranquilos donde uno puede sentarse; las calles son zonas de paso y siempre hay más estrés. Miré el altillo del centro. Miré las palmeras y pensé que eran fabulosas. ¿Cuántos años tendrían? Al poco tiempo me dijeron que iban a construir un aparcamiento en la plaza.
Un día llegaron las excavadoras. Eran máquinas gigantescas. Cuando vi aquellas pobres palmeras dándose la vuelta, con todas las hojas moviéndose… Las arrancaron del suelo después de tantos años plantadas. Me fijé en una, la miré durante un rato y luego me metí a la consulta. Estaba disgustada. La maquinaria hacía mucho ruido y la palmera se quedó horizontal, en una posición que nunca había tenido. Ya sé que se tenían que hacer las cosas, que era para mejorar la plaza pero ¿dónde la van a plantar ahora? –pensé–. ¿Qué harán con ella? ¿Ya no la pueden recuperar? Me gustan las cosas que hace el ser humano, pero lo que crea la naturaleza es impresionante. Aquellos seres eran largos y esbeltos.
Cuando fui a trabajar al día siguiente me encontré un vacío. No había nada. Todo estaba muerto. Todo estaba revuelto”.
Eva Biosca, veterinaria de la clínica que hace esquina con la calle Elkano.